Nací en Cuba, en una familia humilde; en un lugar que cuando llovía no se podía salir de la casa por el fango en las calles. De el lodo cenagoso, literalmente, el Señor me sacó.
 
Acepté a Cristo a los 18 años y desde ese día Él conquistó mi corazón. Años después, orando por madrugada, el Señor me hace un llamado profético (a través de Jeremías capítulo 1). Desde entonces, nos esforzamos para llevar la Palabra del Señor a donde realmente se necesita...

Hoy, años después de recibir el llamado de Dios a mi vida, puedo ver como la mano de Dios ha obrado a nuestro favor y solo me queda decir Ebenezer (hasta aquí nos ha ayudado el Señor). Mi deseo es bendecir a las personas con un mensaje profético de edificación, restauración y consolación.